Cartas de una pandemia: Impacto psicológico de la COVID-19 a un año vista

Se ha cumplido un año desde que el presidente del gobierno de España declarara el estado de alarma en todo el territorio con el objetivo de contener la rápida expansión del virus tipo coronavirus SARS-CoV-2 (del inglés severe acute respiratory syndrome coronavirus 2) y prevenir la enfermedad derivada, la COVID-19. Desde el 14 de marzo hasta el 21 de junio de 2020, los residentes en España tuvieron que permanecer confinados en casa, pudiendo solo salir para realizar actividades esenciales (compra de alimentos, básicamente) o realizar trabajos de primera necesidad (básicamente sector primario, reparto y trabajos sanitarios). Poco a poco los residentes en España fuimos adquiriendo cada vez más apertura a la movilidad dado que la situación sanitaria fue mejorando, hasta el momento actual de confinamiento perimetral por comunidades y toque de queda.

Figura 1: Coronavirus SARS-CoV-2 causante de la enfermedad COVID-19

Como consecuencia de la pandemia, hemos visto morir a miles y miles de personas en todo el mundo. Asimismo, hemos visto ingresar a miles de personas en unidades hospitalarias de cuidado general y cuidados intensivos. La pandemia ha cambiado de forma decisiva nuestra forma de relacionarnos y de ver la vida. Por lo general, la gente se mueve por las ciudades con miedo, o al menos con respeto. En muchos de los casos, las personas intentan evitar situaciones de agrupamiento o multitudes, sobre todo si estos se producen en lugares cerrados. Además, la mascarilla se ha convertido en una de las prendas de uso obligado. Esto implica mayor incapacidad para descifrar las intenciones y la conducta de otros. La suspicacia también se ha integrado en nuestro estilo de comportamiento diario.

En general, la situación actual que vivimos se puede considerar como la vivencia de una situación de estrés activo. En términos clásicos de las teorías clásicas del estrés (ej.: modelo de diátesis-estrés) [1], la situación de pandemia que vivimos se puede considerar como un estresor que implica altas demandas para las personas en el día a día (ej.: permanecer hipervigilantes ante potenciales situaciones de contagio, prevenir y evitar ciertas situaciones de riesgo). A esto se le une que la persona puede considerar no tener suficientes recursos para manejar un potencial contagio, sobre todo en momentos de picos de incidencia de casos. Se podría decir, pues, que las personas se encuentran ‘estresadas’ por la pandemia, o en combate contra ella.

Este estrés pandémico lleva a que se produzca un aumento del malestar emocional. De hecho, se ha visto que personas de todas las edades han desarrollado un elevado número de síntomas depresivos y de ansiedad [2,3]. También es altamente preocupante el aumento de problemas psicológicos más severos como son los trastornos de la conducta alimentaria, el aumento de los intentos suicidas o el aumento de conductas adictivas (uso problemático del juego y las apuestas, principalmente online) [4,6]. Esto se ha producido en la población en general. En personas con trastornos mentales y neurológicos (ej.: esquizofrenia, trastornos del espectro autista), se ha visto un agravamiento de la sintomatología por la pandemia [7,8]. Además, el denominado trastorno de estrés postraumático ha aparecido como consecuencia de vivir una muerte traumática de algún familiar o amigo/a por causa de la COVID-19.

Existen factores importantes que han contribuido al aumento del malestar psicológico como consecuencia de la pandemia de COVID-19. Primeramente, el problema de la soledad y la falta de contacto social ha tenido una repercusión elevada en el estado mental de las personas, principalmente de las personas mayores. En este sentido, existen muchos estudios que hablan del impacto de la soledad en la salud mental [9,10]. La falta de visitas por parte de familiares, la falta de dominio con respecto a las nuevas tecnologías y la limitación de la participación social, ha provocado que las personas mayores se hayan sentido extremadamente solas en estos tiempos de pandemia. Por otro lado, la situación de crisis económica en multitud de familias ha desencadenado el desarrollo de síntomas depresivos, ansiosos e intentos suicidas en multitud de personas adultas. Finalmente, el hacinamiento que se ha visto en muchas familias (vuelta de muchos miembros a domicilios familiares) ha llevado al aumento del conflicto dentro de la familia y al surgimiento de un elevado malestar psicológico.

Si bien, es importante contextualizar que no todo es tan desolador como se plantea. Como buen estresor, una vez pase la pandemia se espera que gran parte de las personas vuelvan a la ‘normalidad emocional’ y recuperen el bienestar que tenían antes de la pandemia, incluso que se hayan hecho más resilientes al haber superado esta situación. Queda todavía un importante camino que hacer, pero seguiremos caminando con ilusión y esperanza.

Figura 2: Uso de la mascarilla obligatoria debido a la pandemia actual

Documentación y Referencias

  1. Lazarus RS. 8: Folkman, S.(1984). Stress, appraisal, and coping. New Yoyk Springer. doi:10.1016/0014-2921(91)90017-D
  2. Rodriguez-Hidalgo AJ, Pantaleon Y, Dios I, et al. Fear of COVID-19, Stress, and Anxiety in University Undergraduate Students: A Predictive Model for Depression. Front Psychol. 2020;11:591797. doi:10.3389/fpsyg.2020.591797
  3. Garcia-Portilla P, de la Fuente Tomas L, Bobes-Bascaran T, et al. Are older adults also at higher psychological risk from COVID-19? Aging Ment Health. Published online 2020. doi:10.1080/13607863.2020.1805723
  4. Levi-Belz Y, Aisenberg D. Together We Stand: Suicide Risk and Suicide Prevention Among Israeli Older Adults During and After the COVID-19 World Crisis. Psychol Trauma Theory, Res Pract Policy. 2020;12(S1):S123-S125. doi:10.1037/tra0000667
  5. Touyz S, Lacey H, Hay P. Eating disorders in the time of COVID-19. J Eat Disord. 2020;8(1):8-10. doi:10.1186/s40337-020-00295-3
  6. Håkansson A. Changes in gambling behavior during the COVID-19 pandemic—A web survey study in Sweden. Int J Environ Res Public Health. Published online 2020. doi:10.3390/ijerph17114013
  7. Colizzi M, Sironi E, Antonini F, Ciceri ML, Bovo C, Zoccante L. Psychosocial and behavioral impact of COVID-19 in autism spectrum disorder: An online parent survey. Brain Sci. 2020;10(6):1-14. doi:10.3390/brainsci10060341
  8. Kozloff N, Mulsant BH, Stergiopoulos V, Voineskos AN. The COVID-19 global pandemic: Implications for people with schizophrenia and related disorders. Schizophr Bull. 2020;46(4):752-757. doi:10.1093/schbul/sbaa051
  9. de la Torre-Luque A, de la Fuente J, Sanchez-Niubo A, et al. Stability of clinically relevant depression symptoms in old-age across 11 cohorts: a multi-state study. Acta Psychiatr Scand. 2019;140(6):541-551. doi:10.1111/acps.1310
  10. van Beljouw IMJ, Verhaak PFM, Cuijpers P, van Marwijk HWJ, Penninx BWJH. The course of untreated anxiety and depression, and determinants of poor one-year outcome: A one-year cohort study. BMC Psychiatry. 2010;10:10. doi:http://dx.doi.org/10.1186/1471-244X-10-86

Alejandro de la Torre Luque

Presidente de AMDIC

Investigador y profesor de la Universidad Complutense de Madrid