Diego de Alvear y Ponce de León (1749-1830)
Desde hace unos días, por iniciativa de la Fundación Alvear apoyada por el ayuntamiento de la ciudad, los montillanos disfrutamos en la plazoleta de la casa consistorial de una bella escultura que representa al insigne marino don Diego Alvear y Ponce de León que perteneció a la minoría ilustrada en la que se apoyó Carlos III para modernizar España.
El director de cine Alejandro Amenábar, en la miniserie televisiva La Fortuna emitida por Movistar en el pasado año 2021, narra un hecho decisivo en la vida del ilustre montillano que nos ha acercado también a este personaje cuya vida muchos de sus paisanos aún desconocen. En unas breves pinceladas trataremos de esbozar su semblanza.
Diego de Alvear y Ponce de León nació en Montilla el 13 de noviembre de 1749. Cursó sus primeros estudios en el colegio de la Compañía de los Jesuitas de esta ciudad. Cuando apenas tenía 20 años de edad, ingresó como guardia marina en Cádiz. Tras participar en varias e importantes expediciones científicas fue destinado a Suramérica donde fue nombrado uno de los comisarios para la delimitación de tierras entre España y Portugal, puesto que ocupó casi 24 años. En 1782 Alvear contrajo matrimonio con Mª Josefa Balbastro y Dávila, miembro de la alta sociedad criolla, con la que tuvo una numerosa descendencia: Benito, Manuela, Diego, Carlos, Zacarías, Isidro, Ildefonso, Francisco Solano, Mª Teresa, Mª Josefa, Mª Bernarda, Francisco de Borja y Juliana de los que sobrevivieron solamente siete.
Finalizada su misión, Alvear decidió regresar con toda su familia a su patria. El 4 de agosto de 1804 embarcaron todos en la fragata Mercedes que formaba parte de una expedición junto con otras tres, la Medea, la Fama y la Clara, a las órdenes del Jefe de escuadra D. José Bustamante y Guerra. El relato de los hechos acaecidos (y que son los que se relacionan con la película de Amenábar) nos lo cuenta su hija Sabina de Alvear en una documentada biografía que escribió sobre su padre. Al morir el segundo mando de la división, y al ser Alvear el oficial de mayor graduación, pasó a sustituirlo razón por la cual tuvo que establecerse en la Medea. Sabina nos cuenta que Alvear se llevó consigo sólo a su hijo Carlos[1], joven entonces de 14 años. Una serie de casualidades libraron al padre y al hijo de la tremenda catástrofe que acechaba a la fragata Mercedes.
Según Sabina, quien lo había oído contar numerosas veces de boca de su padre, cuando se acercaban a la Bahía de Cádiz aparecieron en escena cuatro fragatas inglesas. La de mayor porte se acercó a la Medea y tras preguntar sus autoridades que de dónde venían y a dónde iban, dispararon un cañonazo con bala y enviaron un bote con un oficial que les manifestó que tenía la orden del gobierno inglés de detenerlos y llevarlos a Inglaterra. La intimidación inglesa provocó la indignación de los los españoles cuyos oficiales decidieron por unanimidad la resistencia. Nada más regresar el oficial inglés a su fragata, los ingleses abrieron fuego general saltando entonces la Mercedes por los aires y desapareciendo con ella la mayoría de los tripulantes y viajeros y todos los miembros de la familia Alvear que allí viajaban: Mª Josefa Balbastro, esposa de D. Diego Alvear, sus cuatro hijas (Manuela, Zacarías, Mª Josefa y Juliana) y tres hijos (Idelfonso, Francisco Solano y Francisco de Borja), todos de edades inferiores a los 19 años. Según la hija de Alvear el fatídico ataque inglés parece que se debió el falso rumor existente de que aquellas fragatas traían grandes tesoros para el Emperador Napoleón, el gran enemigo de Inglaterra.
Dado que la agresión a las embarcaciones españolas fue considerada como un acto fuera de toda legalidad, se establecieron una serie de reclamaciones al gobierno inglés que fueron encomendadas a Alvear, quien, por este motivo, permaneció un tiempo en Inglaterra. Durante su estancia en Londres conoció a la hija de un diplomático treinta y seis años más joven que él, Luisa Ward, con la que contrajo matrimonio.
De regreso en España, Alvear se incorporó al Departamento de Cádiz. Tras la invasión francesa, se encargó de la defensa de la artillería del puente de Suazo, pieza clave de las defensas españolas y fue nombrado corregidor de la Isla de León entonces la capital de la zona no ocupada, debiendo hacer frente a numerosos problemas de abastecimiento de la población que en esas fechas había triplicado su número.
Expulsados los franceses, Fernando VII regresó a España y con él se entabla la lucha entre los denominados liberales, partidarios de la Constitución de 1812 y los defensores del absolutismo. Diego Alvear defendió el liberalismo formando parte del amplio grupo de hijosdalgos que protagonizara la Revolución liberal española durante los primeros años del siglo XIX. Durante los años del trienio liberal (1820-23) Alvear perdió gran parte de su fortuna apoyando a la causa constitucional, retirándose entonces a Montilla para atender los bienes que le quedaban y al mismo tiempo defenderse de los ataques de los reaccionarios. En esta ciudad asumió el mando de la Milicia Nacional que defendía la constitución, hecho que le ocasionó la represión absolutista.
Don Diego de Alvear fue un ilustrado de amplia cultura que llegó a dominar siete idiomas (inglés, francés, latín, italiano, portugués además de dos dialectos indios: guaraní y tupí) fruto de su amplia cultura, sus numerosos viajes de exploración en Sudamérica y de su segundo matrimonio con una ciudadana británica. De mentalidad abierta e innovadora fue el primero en introducir en España las primeras maquinarias agrícolas que se conocieron en el país y que él trajo procedentes de Inglaterra. Actitud que contrasta con la de la elite rural de su época que era muy conservadora
[1] Carlos de Alvear Balbastro era entonces cadete de dragones de Buenos Aires. Tras intervenir en la Guerra de la Independencia española regresaría a tierras americanas apoyando la causa de la Independencia en la que destacaría Junto a Simón Bolivar y San Martín.

Figura 1: Estatua de Don Diego de Alvear y Ponce de León situada en la Plaza del Ayuntamiento de Montilla.

Mª Dolores Ramírez Ponferrada
Historiadora. Miembro del grupo de investigación HUM 121, PAI, de la Universidad de Córdoba.